jueves, 3 de junio de 2010

Nocturnos, en clave de ausencia

Trigésimo cuarto nocturno

Personalidad. Algo misterioso. Que nace de la profundidad del alma. Que a cuentagotas hace que nos estimen. Aunque, no siempre nos sentimos realizados por lo que hacemos. Nos perdemos en un horizonte de cosas. Un arco iris en blanco y negro. Confuso.
Una gran disyuntiva. ¿Por qué guardarle tanto respeto a las leyes? Ellas, ¿son hechas realmente para el hombre común? Los hombres, ¿son partícipes de esas leyes? ¿No será todo una mera necesidad inventada en cada época?
¡Guardar respeto a las leyes, careciendo del respeto merecido por otros hombres! Porque hay muchos de esos que, quebrantando el orden, son considerados grandes personas. Temerariamente, seres humanos de primera.
La sociedad rotula injustamente. Hay gente considerada mala, sin haberlo sido jamás. La conciencia crece, tanto como lo hacen las flores, viviendo en plena disputa con el ser. Esta incrementa la sabiduría. Hasta nos llega a hacer sentir desposeídos. Pero por ella tenemos todo. Nada más ni nada menos que todo lo que somos. Esa es la ley. La única ley de la vida. Todo lo otro son palabras fríamente escritas en un hediondo papel sin conciencia.

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