jueves, 3 de junio de 2010

Nocturnos, en clave de ausencia

Trigésimo segundo nocturno

Arte. Eso que, revelado en plenitud, oculta al artista. Justificación de un medio para lograr el fin. De una obra. Grande o pequeña. Extensa o corta. Moral o inmoral. Bien o mal hecha. Así de simple.
Pensar. Crear. Instrumentos del arte.
El hombre. Una obra en sí. Mediocremente perfecto. Lleva oculto en él a sus artesanos... Se pertenece. Figura y alma. Pequeño o grande. Bueno o malo. Moralmente sano o inmoral. Que crece, o no, en su medio. Física, intelectual y espontáneamente. Él es. Nada más, ni nada menos que eso.
Existen libros escritos en papel de descarte. Pueden estar grabados en oro y decir exactamente lo mismo. El error se encuentra en guardar lo lujosamente vacío y tirar lo vulgarmente fabuloso. Así se pierden grandes obras. Muere el orden de la Creación. Se castra al arte.
Con Descartes, aún nos enriquecemos... Pero él es polvo. Las obras deben valorarse en vida de los hombres porque cuando acecha la muerte, aunque el arte no fallezca, desaparece el ser, el artista. Su calor se disipa en el espacio. Se congela el medio. El ambiente. Entonces...
...Quizás apenas queden soberbios escritos. Magistrales ideas. Grandiosos libros... Apenas, una comunión con el suelo. Con la profundidad de la tierra.

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