lunes, 31 de octubre de 2011

Nocturnos, en clave de ausencia

Septuagésimo cuarto nocturno

Las últimas monotonías de la noche enmarcan los agudos silbidos del silencio. La soledad en compañía lo desató del amor. Simple, tímido, ya cano, amante de las artes y alejado de lo que fue su profesión cotidiana, espera con paciencia concretar algo que lo aliente a vivir más. Del otro lado de la PC una mujer dulce y cariñosa desde hace mucho tiempo le escribe a cada momento sin mayores exigencias que lo que pueda ser él. Cotidianamente intercambian músicas, poesías, sueños y mimos en palabras sutiles. Más; frente a esa fría soledad en compañía, las noches lo encuentran con una sonrisa con dejo triste tras cada respuesta de ella. Hoy, y justamente esta noche, se le ocurrió preguntarle escribiéndole en su muro si es feliz… que por las horas entradas en que se escriben él supone que quien la acompaña en su vida está ausente o quizás sea notablemente mayor.
Pasa el tiempo y ella no contesta.
Alguien que también frecuenta o tiene acceso a su muro le responde que deje las cosas como están; que ella está bien casada y es muy feliz.
Con las últimas monotonías de la noche que enmarca los silbidos del silencio; el hombre de la soledad en compañía, con más miedo que dudas a la verdadera respuesta apaga su PC pensando en que quizás ya no volverá a encenderla…

Nocturnos, en clave de ausencia

Septuagésimo tercer nocturno

La primavera ventosa agoniza y el verano golpea en la puertaventana que da al balcón del departamento. Las macetas con las alegrías de jardín en varios colores florecidas, por momentos distraen al hombre. El monitor de la PC muestra el comentario de alguien que dándose de amigo le escribió que es un bohemio tonto porque ella, que es rica y bella, lo usa divirtiéndose con sus suaves, enamoradizas y sutiles apreciaciones al saberse lejana e inalcanzable. Él se pregunta si deberá responderle al entrometido o permanecer en silencio de escritura guardándose muy por dentro. Después de todo ¿no es ella una historia repetida? Es rica, inmensamente rica; cuando él es rico, inmensamente rico, en palabras y sonidos de poesías.
El viento de fin de primavera azota las alegrías y el bohemio ignora el comentario; más después se dispone a escribirle a ella. Va a preguntarle si es que, siendo rica, podría viajar a conocerlo, cuanto más no sea, montada en una estela y… y, ¡sí!, teme la respuesta.

martes, 18 de octubre de 2011

Nocturnos, en clave de ausencia

Septuagésimo segundo nocturno

En las noches de insomnio me pregunto…
¿Por qué el tiempo en mi espacio fluye sólida y astilladamente si los relojes de arena son capaces de mantenerlo confinado en un dilatado recinto de cristal...?
¿Por qué el tiempo en mi espacio fluye sólida y astilladamente si los relojes de aguja y sol son capaces de mantenerlo prisionero en un circuito plano limitándolo a ceñirse aburrida y progresivamente entre doce números que se repiten indefinidamente…?
¿Por qué el tiempo en mi espacio fluye sólida y astilladamente si los relojes digitales son capaces de encarcelarlo entre sesenta repetitivos pestañeos…?
¿Será, acaso, el espacio lo que limita al tiempo porque la alquimia de los sueños no lo deja llegar más allá de donde llega la vida…?
¡¡¡Shhhhhhhhh!!! 
(Tic tac, tic tac, tic tac, tic tac)
En fin… en las noches de insomnio pierdo el tiempo…

Nocturnos, en clave de ausencia

Septuagésimo primer nocturno

Intermezzo Amatorius
Es tremendo verla a María Elisa meterse desnuda en la bañera bajo tan abundante agua tibia que desde la lluvia cae sobre su cuerpo… ¡Ah!, cómo quisiera ser cada gota de agua para recorrerla palmo a palmo por delante y detrás… y cada rincón de su cuerpo se estremece tras el cosquilleo que el agua le propina al deslizarse sobre su cuello… entre los pechos, girando en sus pezones… en la cintura, besándola en el ombligo… y el fruto deseado, celado, abre y desordena el placentero desliz de las gotas que, torpemente, acarician los muslos mientras ella, toda María Elisa, tira la cabeza hacia atrás cerrando los ojos… y tras ese intenso instante el agua, ya más desconcentrada, sigue su camino regándole los tobillos y escondiéndose en los suaves dedos de los pies para luego perderse en el desagüe que termina recogiendo todas las tan intensas sensaciones… ¡¡¡y sus glúteos,¡por Dios!, sus glúteos endurecidos al levantar, de a una, las piernas!!! … y las manos… entonces sus delicadas manos me toman, me aprietan, me acarician, me introducen, me… ¡Ay!, cuando el agua deja de escurrir la poseo aún más; abrigándola, después, intensamente…
Y, hoy, ¡¡¡María Elisa!!!... ¡justamente hoy!, María Elisa, me meterá en el lavarropas porque ya es tiempo de lavado, enjuague y secado, para devolverme lo más rápido posible al toallero.