miércoles, 6 de enero de 2010

Nocturnos, en clave de ausencia

Decimoséptimo Nocturno

Tiempo...
Tiempo medido. Tiempo despreocupado. Cosas, que marcaban cosas. Épocas, que marcaban épocas.
Épocas y cosas. El barrilete, las bolitas, las figuritas, el trompo, los picados y lo que se creara marcando un período distinto a lo demás. Todo cabía en un año.
Tiempo y duración son ideas francas. No pueden definirse mejor que por sus propias palabras. Memoria, conciencia lineal y ordenada de pensamientos y acontecimientos.
Tiempo vivido. Ese, que nos sitúa en un centro tosco de experiencias intelectuales, que encausa los datos inmediatos de la conciencia.
Sentimientos confusos de las duraciones. Tiempo del envejecimiento del cuerpo. Un lapso diferente para la niñez. Para los adultos el tiempo corre, vuela más rápido, transformándose de vivido a biológico. De celular a sicológico. ¿No somos, acaso, un reloj de arena vestido sobre el alma y los sentimientos? El envase es deteriorable. Frágil. De sílice, como los granos de adentro que, diseminándose tal cual las semillas al viento, tienen historia. Pero el vidrio, el recipiente, si se astilla lastima, corta, mata... Muere.

De mi libro “Historias en La Mayor (Cuentos que cuentan cuentos)”.
Obra editada y presentada en el año 1998 en la ciudad de Zárate, Bs. As.
Y, en el año 1999, en la Feria del Libro en la ciudad Autónoma de Bs. As.