viernes, 21 de mayo de 2010

Nocturnos, en clave de ausencia

Vigésimo octavo nocturno

Antes; y de esto no hace tanto tiempo, había caminos que te abrigaban en todos los sentidos cobijándote en todas las direcciones cuando a vos se te daba la simple idea de partir... digo... ¡irte sin escaparle a nada, ¿no?!. Pero, desde hace algún tiempo, a mí, por lo menos, se me da que, por esos mismos y únicos senderos se cruzan algunos fantasmas... Hermanos, parientes y amigos que uno creyó que se habían ido hace rato y para siempre como buenos conocedores de las cosas de la vida. Estos fantasmas, por lo menos eso creo yo, te enlazan y te traen de regreso, en el mejor de los casos, al lugar del que todos, de una u otra manera, usamos de punto de partida...
Entonces, al no poder partir, la buena literatura resulta poca... la televisión asusta, la radio trasmite más cantidad de partidos perdidos y empatados que ganados; y muy poco de aquella música que... en fin, qué sé yo...
Antes; y de esto no hace tanto tiempo, los caminos te abrigaban en todos los sentidos, cobijándote en todas las direcciones; más, cuando a vos se te daba la simple manía de partir...
¿Será que uno se despide de las cosas buenas y sencillas sin saber que lo hace? ¿Será que llegó el tiempo de descorchar, para servir y brindar con esos fantasmas, el vino que uno guardó, en soledad, para las grandes ocasiones?... ¿Será que a esto se le llama envejecer? Vaya uno a saberlo, ¿no?
El asunto, insisto... es que, los caminos por los que ayer iba, hoy... hoy, indefectiblemente vuelven.

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