lunes, 3 de mayo de 2010

Nocturnos, en clave de ausencia

Vigésimo nocturno

¡Bah!... ella contó un imposible. ¿Dijo que lavó sus pies hinchados de oscuridad caminando descalza por la costa del río...? ¿Y que enceguecida por las luces no pudo ver cómo allá, detrás del puente, vergonzosamente escondida de la luna se suicidó una estrella? ¡No,...! claro que dudé, porque cuando está por comenzar la primavera nuestra noche apenas canta, enceguecida amante y desnuda, afinando sus cuerdas de estelas con el diapasón del frío del invierno que huye... Luego... después limpia su cuerpo bajo las lágrimas de los sauces... Por lo menos, así sucede en estos pagos...
¿En el mar? ¡Qué sé yo qué pasa con la noche en el mar...! Supongo que camina o nada por las profundidades del océano cantando afinados impromptus de sirenas... esos que le componen las olas a las Alfonsinas. ¡Mirá qué preguntas hacés...!
¡¿Aquí?!
Aquí, por lo visto, solamente se suicidan estrellas en un río ásperamente arcilloso y,... en fin. También eso tiene su belleza, ¿no?

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