jueves, 21 de octubre de 2010

Nocturnos, en clave de ausencia

Quincuagésimo séptimo nocturno


En los tiempos de pibe, una vecina a la que los chicos del barrio respetábamos mucho porque nos contaba historias fantásticas, nos hizo creer que en la manzana había esquinas que estaban embrujadas. Esquinas en las que cada noche alguien, que ninguno nunca vio, ponía letreros marcadores mágicos con recuerdos viejos, pasados; de gente que ya no vivía en el barrio... fantasmas que se ponían a conversar en la ochava y que nadie los oía. El misterioso personaje colocaba los carteles pasada la media noche y los retiraba antes de que saliéramos para ir a la escuela, según la vecina decía. Siento enormemente no haber tenido tiempo para volver a hablar, ya de grande, con esta mujer que hace años se retiró misteriosamente de la vida. Cuentan algunos vecinos de mi viejo barrio que cuando vuelven tarde de alguna juerga, ven carteles misterios en algunas ochavas de la manzana que a la mañana no están más porque alguien los retira.
Cuando les conté esta historia a mis nietos, me miraron con extrañeza y se rieron. Ellos dijeron: “Andá, abuelo, el tipo que pone y cambia los carteles sos vos, ¿no es cierto?...”
En fin, los tiempos cambian, ¿no?

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