Sexagésimo nocturno
Puede ser que sea el invierno que me va acogiendo en silencio y en sesiones dul-ces, calladas. Se asoman las cosas viejas del arcón de los momentos idos. Y, por ahí, como una correspondencia interna aparecen los suspiros. Alientos y desalientos por to-do lo deseado y el tiempo perdido. La mirada se pierde en el infinito devenir molecular del espacio, renovando imágenes de amores muertos y rostros borrados.
No sé si será correcto afligirse tanto por las penas remotas porque, en definitiva, ¿quien puede volver a gastar lo que ya se ha gastado?
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