jueves, 3 de diciembre de 2009

Nocturnos, en clave de ausencia

Décimo Nocturno
Él es un hombre común, hecho a fuerza de memoria y olvido. Camina por las calles de su ciudad, a veces viaja en taxi y otras en su propio automóvil o en bicicleta.
Él es un hombre común y la vida exhala dentro de él, intensa, como leño seco recién encendido, aunque piensa que las llamas cesan súbitamente; que los leños se hacen brasas y que el tiempo desparrama en la tierra seca las cenizas. Pero él está hecho como los demás... Armado de cosas recordadas y olvidadas... Él es un hombre común hecho de alegrías ciertas e inciertas, de flores, de pájaros, de rayos de auroras y ocasos, de nombres que ya ni recuerda, de besos de bocas amadas y de aliento áspero de ideas desencontradas.
Él es un hombre común que despierta en las mañanas con el temor de temerle al miedo.
Él se reconforta al comprender que es un hombre tan común como millones de hombres comunes... Él es un hombre tan común como millones de hombres comunes... para formar una muralla de cuerpos de sueños que sólo pueden ser atravesados por cualquier hombre común.
Él es un hombre común que sabe diferenciar ricos en riquezas de ricos en pobrezas. Es un hombre tan común que llega a preguntarse sobre lo que piensa otro hombre menos común que sólo sabe sumar dinero y poder.
Ahora, pienso yo que si mi pluma escribió esto, me gustaría saber si soy capaz de armar esa muralla de cuerpo de sueños... Primero intentaré cruzarla, después veré...
¡Qué suerte que él ya sabe que es un hombre común!

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