Un misterio de barrio:
Fue en mis tiempos de pibe que conocí a Angélica, una vecina
a la que los chicos del barrio respetábamos mucho. Nos contaba historias
fantásticas. Entre tantas nos contó que, en la manzana, dos de las esquinas opuestas
en diagonal estaban embrujadas. Esquinas en las que, cada noche, alguien que
ninguno jamás vio ponía letreros mágicos recordando gente del pueblo que había
muerto muy, pero muy de viejas. Fantasmas que conversaban pero nadie oía.
El misterioso personaje, según contó Angélica, colocaba los
carteles apenas pasada las diez de la noche y los retiraba antes de que
saliéramos para ir a la escuela. Me arrepiento, enormemente, de no haberme dado
un tiempo para hablar, ya de grande, con esta mujer que hace años se retiró
misteriosamente de la vida.
Cuentan hoy los vecinos más mayores que, cuando vuelven
tarde de alguna juerga nocturna, ven carteles misteriosos en esas dos esquinas y
que a la mañana no están más porque alguien los retira.
Hoy, cuando les conté esta historia a mis nietos, me miraron con extrañeza y se rieron. Ellos dijeron: “Andá, abuelo, el tipo que pone y cambia los carteles sos vos, ¿no es cierto?...”
En fin; los tiempos cambian, ¿no?
Hoy, cuando les conté esta historia a mis nietos, me miraron con extrañeza y se rieron. Ellos dijeron: “Andá, abuelo, el tipo que pone y cambia los carteles sos vos, ¿no es cierto?...”
En fin; los tiempos cambian, ¿no?
No hay comentarios:
Publicar un comentario