miércoles, 7 de julio de 2010

Nocturnos, en clave de ausencia

Cuadragésimo primer Nocturno


                                                 Requiebro

(De un tango canción compuesto por el autor de estos Nocturnos).
Entre requiebros la ciudad
se esconde del calor del sol,
buscando así calmar su sed
con lágrimas de bandoneón...
Y en su llamado está la voz
del viejo duende que se fue
del barrio aquel
que al fin vio,
que su niñez
como un gorrión
creció y voló.

¡El niño, claro...!
¡Él falta...!
Pero, acaso, ¿no soy yo?         
¡Sí!, te entiendo...¡soy adulto y te defraudé!

Pero otros niños te verán
en calesitas de ilusión
y, entre pliegues de cotillón,
te escucharán decir todo
lo que no aprendí yo.
Ahogada en llanto mi pasión
de verte en el barrio aquél
y, en tus barquitos de papel,
bogar, soñar, cantar...
cual solitario timonel
de aquella infancia que se fue.

Entre congojas la ciudad,
canta a las flores de un balcón
y hurgando así con su vejez,
llena de pena el corazón...
Y en su llamado está la voz
del viejo duende que se fue
del barrio aquel
que al fin vio,
que su niñez
como un gorrión
creció y voló.

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