martes, 3 de noviembre de 2009

Nocturnos, en clave de ausencia

Quinto Nocturno

Temprano, muy temprano, las mañanas en las que el almanaque marca sus pasos temporales por la primavera; ciertas auroras borrachas de estío se espantan y enrojecen por exceso de asombro al ponerse la luna cuando siquiera el menor arco de sol se asoma donde los arroyos se funden con el horizonte. Puede ser que se deba a que las estrellas dudan del enamoramiento atemporal que el sol tuvo con la luna. Dicen, los que estudiaron la magia de los tiempos, que solamente una única vez el sol le hizo, infértilmente, el amor a la luna y, por ende, creen que Dios no es tan omnipotente porque ignoró ese acto aceptándoles el divorcio. Si ese error Divino se hubiese dado con Adán y Eva, las cosas, ¡¡¡serían tan distintas...!!! Suponen dichos nigromantes que, de haber sido de otra forma, en vez de mujeres y hombres nacerían y morirían una mayor cantidad de estelas y estrellas. ¡Pero no!, Él se empecinó con Adán. ¿¡Será que creó al hombre demasiado a su imagen y semejanza...!? Los magos de los tiempos deben entenderlo, ¿no?... quizás cuando los encuentre desocupados les pregunte y me contesten, ¡vaya uno a saber!

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