domingo, 15 de noviembre de 2009

Nocturnos, en clave de ausencia

Séptimo Nocturno

Bajo el puente de la abandonada estación ferroviaria y detrás de lo que fue un perezoso museo, entre una curiosa fusión de hierro y madera vuelan sigilosas mariposas que entretejen tallos de hinojos, corolas de amapolas, hojas de clavelinas, pétalos de arvejillas, perfume de rosas y... y todo huele a silencio cuando hablan... cuando cuentan las flores que...
Dicen, quienes dicen que dicen, muy a pesar de quienes cuentan que cuentan que, hace años, debajo de un tramo de riel, justo debajo del puente, en ese extraño lugar dos niños quisieron esconder un tesoro.
Tan viejo era uno y tan pequeño el otro que nunca se supo quién era quién. Comentan que fue el viejo quien cavó el hoyo y... y que fue, con apuro, que el más pequeño... que el más pequeño enterró la caja sabiendo que pasaría el último tren.
Entonces, después... Entonces, después subieron al puente y esperaron un tiempo.
Lejos, desde muy lejos se aproximaba el rodante y ruidoso paso del tren.
Sonó el pito ensordeciendo el ambiente y cuando el silencio volvió a crecer se oyó el llanto aterciopelado y ahogado de un peluche que, desde las profundidades, vibraba en el riel.
Los niños bajaron corriendo y desesperados, rasguñando la tierra, desenterraron el confuso, intacto tesoro, que... que aún sollozaba.
Llorando, ambos arrepentidos, abrazaron al peluche y, en su lugar, enterraron al tren.
Hoy; el pequeño es abuelo y el viejo es peluche... Un peluche que sigue volando bajo el puente, montado en mariposas, entretejiendo los años... Entretejiendo los tallos de hinojos, con las corolas de amapolas, las hojas de clavelinas, los pétalos de arvejillas, el perfume de las rosas y alguien... hay alguien que sueña...
¿Un viejo...?
¿Un peluche…?
¿Un niño...?
Alguien que espera que un retoño le cuente...
Le cuente el cuento del por qué no pasó más el tren.

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