Octagésimo Nocturno
Rasantiago-jo y
Richi-ji
(Para todos mis nietos
y cada chico de este mundo).
(A la docente zarateña Judith Monteiro que tanto usó este cuento con sus alumnos). ...
...Una plaza, el verde de las plantas bajo un cielo celeste
y los vivos colores de las flores. El canto de los pájaros y el rumor de las
voces de quienes se columpiaban al son de las ráfagas del viento que
improvisaban un embudo con la tela...
Una tela marchita y olvidada en ese banco de piedra.
Quizás una tela arrojada a propósito para que él y
sólo él, vaya a saber por qué, la encontrara.
El dibujo era lindo. Sólo bastaría pintarlo. En el reverso
se explicaba una manera de hablar diferente. Se anteponía la sílaba ra, re, ri,
ro, ru y se terminaba con ja, je, ji, jo, ju, a todas las palabras. Por
ejemplo, su nombre Santiago se pronunciaría Rasantiago-jo, caramelo se diría
racaramelo-jo. Debía prestarse mucha atención a la primera y ultima vocal. Los
monosílabos, salvo que fueran un nombre propio, no sufrían ninguna
modificación. Riquiero-jo ir a rujugar-ja, significaría quiero ir a jugar.
Entusiasmado, Santiago llevó el dibujo a su casa y
sin perder un sólo momento lo cubrió de pálidos colores, porque algo en su
interior se lo hacía ver así.
Su obra había quedado rara, o más bien extraña,
aunque la sentía hermosa. Era un camino
amarillo rodeado de un prado ceniciento que se perdía en el ocaso mientras que
el sol se ensobrara pálidamente en el horizonte.
Se quedó mucho, pero mucho tiempo observando su obra
apoyada en el atril.
El tiempo pasaba y pasaba zambulléndose en Santiago
hasta que él mismo se ahogó en el seno de sus pensamientos. De pronto...
¡De pronto se encontró caminando por ese polvoriento
y amarillo camino, rodeado de un prado color ceniza sosteniendo un pálido atardecer!
Se sintió feliz... Sí, ¡feliz y libre!
Giró sobre sí mismo y contempló el paisaje. No muy
lejos divisó un montón de cosas que parecían árboles y enfiló hacia ahí.
Mientras caminaba, alguien a sus espaldas lo llamó:
- ¡Rasantiago-jo! - Sorprendido se detuvo y dio la
media vuelta. ¡Rasantiago-jo!
Una figura que no sobrepasaba la altura de sus
rodillas corría hacia él.
- No retemas-ja. Soy Richi-ji - Le dijo la criatura
sonriendo - Te reesperaba-ja, redesde-je rahace-je un ritiempo-jo.
Santiago se dio cuenta de que la criatura hablaba
como estaba escrito en la parte de atrás de su dibujo. Con alegría y
satisfacción comprendió que se llamaba Chi y le preguntó:
- ¿Rodónde-je reestoy-ji?
- Raaquí-ji en la ritierra-ja. En el raaño-jo
rodosmil-ji riciento-jo resesenta-ja y roocho-jo.
- ¡Oh! ¿En qué rulugar-ja?
- En la ritierra-ja.
- Sí, reestá-ja bien. Repero-jo ¿rodónde-je
reestán-ja las riciudades-je?
- No hay riciudades-je.
-¿Por qué?
- Se redestruyeron-jo en la reguerra-ja.
- ¿En qué‚ reguerra-ja?
- ¡En la runuclear-ja!
- ¿Rucuánto-jo rahace-je?
- Rumuchos-jo raaños-jo.
- Repero-jo ¿rodónde-je rivivís-ji?
- En el robosque-je de
ratataques-je.
- ¿De ratataques-je?
- Sí; raárboles-je rigigantes-je - Señaló en el
sentido por donde caminara Santiago cuando él se le acercó- Raaquellos-jo. ¿Ves?
Ven, ravamos-jo.
Se tomaron de la mano y caminaron de prisa hacia el
bosque de "tataques". A lo lejos brincaba un animal muy parecido a un
caballo. Fue entonces que Santiago preguntó:
- ¿Qué raanimal-ja es reese-je?
- ¡Ah! Un racaba-ja. Rocomo-jo el racaballo-jo de
rahace-je rumuchos-jo raaños-jo raatrás-ja.
Mientras se acercaban
al bosque y a medida de que se hacía la noche vieron muchos animales.
Entre ellos, un zor, un per, un ga, supuestos descendientes del zorro, del
perro, del gato... Pájaros y muchas clases de aves. Todos animales parecidos a los
que conocía Santiago, pero más pequeños, hechos para el mundo de Chi.
En ese idioma raro, pero tan pintoresco, mientras se
apresuraban para que no los cercara la noche, Chi contó cosas que habían
sucedido durante muchos años atrás. Habló del hombre, los ascendientes del hom
o personas como él. Conversó sobre un egoísmo que llegó a ser tan, pero tan
deplorable que el sano juicio desapareció por completo. Dijo que se perdió toda
forma de pudor dominando al mundo la materia y los caóticos fantasmas de las
pesadillas del dinero, del éxtasis vertiginoso de la droga y de la mortal
turbación que produce el poder... Se crearon armas cada vez más y más
poderosas, sustancias que producían las más aberrantes confusiones... Se
destruyó el medio ambiente y el hombre se desconoció y despreció a sí mismo...
Habían ya casi llegado a los primeros “tataques”
cuando Chi contaba de un antepasado suyo, un gran hombre. Un artista que había
dibujado un sueño en el que bosquejó un paisaje del futuro; pero, según
cuentan, jamás le llegó a dar color. La guerra no permitió que lo pintara...
Santiago interrumpió para preguntarle a Chi sobre qué
cosas habían quedado de aquella época que, en realidad, eran parte de su propio
tiempo.
- Ranada-ja. -Respondió Chi. - Ruhubo-jo, rahasta-ja
que raaprender-je a raamar-ja.
- ¿Y rocómo-jo se rupuede-je reevitar-ja que reeso-jo
rusuceda-ja?
- No redejando-jo que se ripierda-ja el raamor-jo.
Ravalorando-jo y rucuidando-jo las rocosas-ja risimples-je de la rivida-ja...
Penetraron la arboleda y en ella había muchas
criaturas como Chi. Todas sonreían. Todas demostraban paz.
Compartieron la comida y aunque aparentaba rara, Santiago
no preguntó qué era ni cómo estaba hecha. A pesar de todo gustaba bien.
Encendieron fuego
y el ambiente se sintió tibio.
Cantaron, rieron y bailaron.
Santiago se encontró a gusto y aunque no vio las
estrellas, porque el bosque era frondoso, las sintió sobre su cabeza.
La noche lo indujo a dormir y cuando despertó, en la
mañana, todos se ocuparon de él.
Desayunó con algo parecido a la leche y le parecía
como si no existiera el tiempo. Sólo tenía noción de espacio.
Chi se le arrimó y lo invitó a correr al prado.
Salieron del bosque y mientras corrían y jugaban, sobre un conjunto de arbustos
multicolores, algo conocido para Santiago se posó en una flor. Era una
mariposa. ¡Una mariposa como las de su tiempo!
- Qué es reeso-jo? -Preguntó Chi extrañado.
- Ruuna-ja ramariposa-ja -Le respondió Santiago.
- ¿La rereconocés-je?
- Sí.
Santiago tomó al animalito suavemente entre sus manos
y con emoción miró a Chi, quien con lágrimas en los ojos dijo:
-Rucuidála-ja Rasantiago-jo... ¡Por rafavor-jo,
rucuidála-ja!
Fue en ese justo momento en que el suelo, la tierra
misma, comenzó a vibrar... ¡Un gran terremoto se avecindaba!
Rocomo-jo rupuedas-ja, reescapáte-je... Reésta-ja
es la reherencia-ja que nos redejó-jo la ruúltima-ja reguerra-ja. Por
rafavor-jo reevitála-ja. ¡Rasaltá-ja raafuera-ja del rucuadro-jo! ¡Rerregresá-ja
a tu ritiempo-jo! ¡Raamigo-jo!... ¡Raadiós-jo Rasantiago-jo!
Santiago lo miró con miedo, pero Chi sonreía.
- ¡Raandáte-je! ¡Yo reestaré-je bien te lo
roprometo-jo! ¡Raadiós-jo! - Y la criatura se despidió corriendo; tambaleándose
al compás de los temblores…
De pronto Santiago se encontró nuevamente en su
dormitorio y, con las manos suavemente unidas, ¡miró su pintura!
Sintió un suave cosquilleo en sus palmas y,
entreabriendo los dedos, algo se escapó volando buscando la luz. Rápidamente
abrió la ventana, miró el cielo azul, los hombres de la calle, el verde de los
árboles y el rojo de una rosa que, en un pétalo albergaba a una
mariposa...
Levantó incomprensiblemente sus pequeños brazos
dejándose escapar en su espacio, volvió a mirar la pintura y gritó, tras un
sollozo, angustiado:
-¡Te lo prometo, amigo...! ¡Te lo aseguro, Chi...!
La mariposa entró despreocupadamente, dibujando
firuletes en el perfumado aire de la habitación de Santiago, se posó en el
cuadro y...
Y quedó pintada, románticamente viajera, en el
espacio y el tiempo...
...
[Zárate,
Agosto de 1992 - Actualizado en Mar del Plata en Agosto de 2012]